4 razones para subir el Kilimanjaro
El Kilimanjaro (o Kili, como le dicen de cariño) tiene el honor de estar en varios ranking de los “más”. Con 5895 metros de altura, es el lugar más alto de Africa. Es también la montaña que no pertenece a una cadena montañosa más alta del mundo.
Ha sido también un lugar en el que se han logrado hitos de los más diversos: subir en silla de ruedas, jugar golf o cricket en altura. También ha sido escenario de campañas para generar conciencia acerca de la falta de agua en el mundo, del rinoceronte negro en peligro de extinción o del calentamiento global.
Decidir subirlo implica cierta preparación física, pasar un poco de frío, caminar varios días y tener que maniobrar para evitar el mal de altura. ¿Por qué podrías querer aventurarte?
Les doy 4 razones:
Bikinis en la Antártica
Hay varias imágenes que se nos cruzan por la cabeza cuando pensamos en Africa por primera vez:
Un jeep de safari en la sabana mirando leones, jirafas y elefantes. Tribus con vestuarios estrafalarios y collares de colores. Una selva tupida con mucho calor y animales curiosos.
Pero probablemente la última idea que se nos viene a la mente es la de nieve y glaciares. Y eso es lo paradójico y misterioso de subir el Kilimanjaro: estás fuera de lugar. Es como si nos dijeran que vamos a ir a una playa paradisíaca en la Antártica, o un humedal en el Sahara. Contradicen los prejuicios que nos hemos formado.
Cuando llegas a la cumbre, es necesario que un cartel te diga: “Mount Kilimanjaro. Africa’s highest point” para recordarte que estás en Africa. Sí, estás en Africa y estás con mucho frío, en un paisaje de glaciares y nieve.
Pole Pole por el Kilimanjaro
Es una frase que se escucha mucho en el trekking Kilimanjaro, y su traducción literal es “lento, lento”. Para poder aclimatarnos bien a medida que vamos subiendo en altura, es clave ir dando pasos cortos, pausados, con calma. Así, nos vamos acostumbrando a la disminución de oxígeno en el cuerpo y controlamos el tan temido “mal de altura” (también conocido como “puna” o “soroche”).
Pero pole pole no se refiere únicamente a un estado físico, habla también de la forma en que se rigen quienes viven en torno a esta montaña.
Pasan a ser irrelevantes y casi ridículos conceptos que vivimos día a día los citadinos: productividad, el lograr hacer más en un día, y el correr a toda máquina. Aquí solo debes preocuparte de caminar y de suplir las necesidades básicas de tu cuerpo. Se libera tiempo para poder tomar un té de miel conversado, para jugar juegos de cartas y para leer. Al parecer lento se disfruta más de las cosas simples. Y en el Kilimanjaro experimentarás la profundidad del pole pole en todas sus acepciones.
Wageni, mwakaribishwa (Extranjeros, son bienvenidos) al Kilimanjaro
De seguro el último día en el Kilimanjaro tu equipo cantará la pegajosa “Kilimanjaro Song”. Se reúnen los guías, porters, cocinero y caminantes en un círculo aplaudiendo, y uno (en nuestro caso fue un porter) lidera la canción, con todos respondiéndole. Pueden verlo aquí.
Les dejo el coro, para que se lo aprendan. Es una buena forma de romper el hielo con cualquier persona en Tanzania, en general se lo saben y les da mucha risa que un extranjero se la sepa.
Jambo, jambo Bwana (Hola, hola señor)
Habari gani (¿Como estás?)
Mzuri sana (Muy bien)
Wageni, mwakaribishwa (Extranjeros, son bienvenidos)
Kilimanjaro, hakuna matata (Kilimanjaro, no hay problema)
El “Wageni, mwakaribishwa” (Extranjeros, son bienvenidos) es mucho más que una estrofa de la canción. Los tanzanos son orgullosos y les alegra mucho ver que a los visitantes les gusta su país. Lo cuidan, te cuentan la historia de sus familias y de las tribus de las que vienen.
Pero debajo de esa alegría que transmiten constantemente, sus bailes y cantos, hay realidades difíciles. En varias conversaciones con tanzanos nos dijeron: “gracias por darnos trabajo”. Al parecer, a pesar de que el Kilimanjaro es muy turístico y recibe más de 25.000 personas al año, la oferta de guías y de porters la sobrepasa con creces. Esto hace que participar de una ida a la cumbre sea una gran oportunidad.
Conversamos con nuestro guía, que nos contó que ser porter es de gran honor, ya que implica tener contacto con turistas. Es de los trabajos no profesionales mejores pagados de Tanzania.
La verdad es que al principio nos daba verguenza ir con un equipo tan grande (obligatoriamente cada uno tenía que ir con 3 porters + 1 cocinero, 1 guía y un guía auxiliar para el equipo), y sentíamos que deberíamos haber ido nosotros solos por nuestra cuenta acarreando nuestras cosas (como hemos hecho en otras ocasiones).
Nos costó entender el por qué de estas obligaciones del parque Kilimanjaro. Después nos dimos cuenta de que traía trabajo, sueldo y sustento a varias familias. Más adelante supimos que dejar de ver a su papá por semanas o hasta meses, era el costo que pagaban sus familias para poder vivir.
Al comparar su costo con el nuestro, entendimos. Nos dimos cuenta de que los extranjeros somos bienvenidos, y necesarios.
La papa viajera del Kilimanjaro
Antes de partir el trekking tenía aprensiones respecto a la comida en la montaña. Nos sugirieron que lleváramos snack adicionales, por lo que compramos un cargamento de Snickers, Mars, Twix y barritas de sésamo. Una vez estuvimos en la puerta de entrada al parque y nos pasaron nuestro lunch box (plátano, naranja, huevo duro, queque, ala de pollo asado, galletas y jugo) nos dimos cuenta de que no era necesario.
Caminamos mucho menos de lo que alcanzamos a comer, y cuando llegamos a nuestro campamento nos esperaba todo lo necesario para la hora del té: café, galletas, cabritas, té, miel, mermelada, entre otros. Terminamos de comer y nos trajeron la comida final del día: sopas de entrada y una bandeja con múltiples opciones de comida. Esto se fue repitiendo todos los días, con comida sabrosa, única y diferente en cada ocasión. El cuarto día comimos papas y verduras fritas con pollo asado, acompañado de mango y naranja.
Pero la comida, además de abundante y sabrosa, es mucho más especial. No hay papas fritas como estas.
Cada papa fue subida durante varios días en la espalda de alguno de los porter que has visto diariamente pasar. Ese porter que viste con mochilas gigantes en la espalda (y hasta una olla colgando, o un canasto de verduras). El que te saludó con un “Jambo, mambo” (Hola, ¿cómo estás?) y se rió cuando le respondiste “Mambo poa” (Estoy cool) .
Esta misma papa llegó al campamento y fue pelada, frita y sazonada con condimentos únicos de la zona. Mientras el cocinero del grupo (que es quien no lleva carga pesada sobre sus hombros) la preparaba, todos los porter (que cargaron todo lo que hay en el campamento) lo miraban y ayudaban, esperando aprender para ascender y ser cocineros en el futuro.
Esa papa que fue plantada y creció a nivel del mar, ahora es comida a más de 4000 metros de altura. No hay papa como la que te comerás el cuarto día, previo a la cumbre. No hay mejor papa que la papa viajera.
¿Con ganas de subir el Kilimanjaro? ¡Danos tus datos!